lunes, 11 de marzo de 2013

OMC Y FMI


La OMC y el Fondo Monetario Internacional (FMI)

La globalización ha hecho más necesaria una estrecha cooperación entre las instituciones multilaterales que desempeñan papeles esenciales en la formulación y aplicación de diferentes elementos del marco mundial de política económica, en particular el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Cada una de estas organizaciones tiene un mandato de cooperación en virtud de los acuerdos con arreglo a los cuales se establecieron. También han firmado acuerdos de cooperación mutua y de consulta regular entre ellas, en los que se identifican mecanismos destinados a estimular una mayor coherencia en la adopción de políticas económicas a nivel mundial.


domingo, 10 de marzo de 2013

Economía


                           La otra globalización

Proyecto integral de la ciudad de Masdar, obra de Norman Foster en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) con voluntad ecológica: el diseño y la técnica adaptados a las condiciones de los distintos lugares del mundo. / FOTSTER & PARTNERS
Afirmar que la arquitectura solo existe por la necesidad de construir es un truismo. Mi filosofía personal es que somos constructores, incluso aunque nos acerquemos al tema desde el punto de vista del diseño. A pesar de las crisis locales, formamos parte de un mercado global en expansión. Se espera que la construcción mundial crezca en torno a un 67%, desde los actuales 7,2 billones de dólares hasta los 12 en 2020, en un plazo de tiempo tras el cual las economías de los países emergentes supondrán el 55% de la cuota total de mercado, frente al 46% de hoy. Hace dos años, China superó a Estados Unidos como el mayor mercado de construcción, y se prevé que esta tendencia a crecer continúe al menos durante una década.

Los desafíos de la economía global son formidables. Muchos temen que la globalización dé lugar a una sociedad homogénea en la que todo acabará pareciendo lo mismo. En el contexto de la arquitectura, resulta vital que todos los edificios o espacios públicos que creemos respondan al sentido del lugar, a las tradiciones de la cultura local y al clima. Sin embargo, la conectividad de la que disfrutamos hoy día puede aprovecharse para combatir algunos de los desequilibrios que lastran nuestro mundo; la globalización podría ser entonces una fuerza benéfica.
A pesar del ascenso de las economías de los países emergentes, casi 900 millones de personas de todo el mundo siguen careciendo de agua potable. La disparidad en el acceso a los recursos es extremo: ducharse durante cinco minutos –pongamos por caso en España– supone gastar más agua que la que utiliza a lo largo de todo un día el habitante de una barriada pobre de un país en desarrollo. Casi el 40% de la población mundial no tiene acceso a redes de saneamiento adecuadas. Hay más personas en el mundo con teléfonos móviles que con posibilidad de usar un inodoro limpio. Mil millones de personas no tienen una vivienda digna, y cien millones de ellas carecen de cobijo de cualquier tipo. En una coyuntura de disminución de recursos naturales y de incertidumbre respecto al futuro energético, el 25% de la población mundial carece de electricidad.
Las ciudades europeas están siendo superadas por una serie de megalópolis surgidas a lo largo y ancho de todo el mundo, cuya población supera los 15 millones de habitantes. Las implicaciones de tal desarrollo en relación con las cuestiones de consumo de energía y el uso de los recursos son evidentes, pero complejas. La esperanza de vida, la mortalidad infantil, la educación, la emancipación y, de hecho, también la libertad política de una sociedad –todos ellos factores que influyen en su índice de desarrollo humano– están relacionadas con su acceso a la electricidad y a otros recursos. De manera significativa, todas aquellas sociedades que son ricas en términos de consumo energético tienden también a estar constituidas por familias más pequeñas, lo que significa, en otras palabras, que han puesto freno al crecimiento de su población, uno de los problemas fundamentales a los que tiene que enfrentarse el mundo actual. De ello se deduce que existe un fuerte incentivo moral para que la distribución y la disponibilidad de energía sean globalmente equitativas.
Podría argumentarse que atender estas necesidades es una cuestión que tiene más que ver con los derechos humanos que con la arquitectura. Pero creo que los arquitectos, en cuanto comunidad global, deberían preocuparse por este tema, e incluso ir más allá, abordando los aspectos sociales y espirituales del hecho de construir. Una dimensión espiritual que estaría próxima al modo en que se construían las catedrales de la Edad Media, que dependían de los viajes que los albañiles cualificados y artesanos emprendían de un país a otro, rebasando fronteras en una forma temprana de globalización.
La noción de arquitecto global no es nueva; tal fue, por ejemplo, la condición de Andrea Palladio, el gran arquitecto del Renacimiento. A través de un pequeño número de edificios construidos y de sus relevantes escritos, dio lugar, en palabras de un experto, a “una arquitectura conceptualmente prefabricada”. La influencia de Palladio es evidente, por ejemplo, en la obra de Íñigo Jones o Thomas Jefferson, y en cualquier ayuntamiento o edificio público neoclásico, desde el Museo del Prado en Madrid hasta la Main Street de Disneylandia. Tampoco es novedoso el concepto de huella o estilo global. Exportado desde Francia e Italia, el estilo barroco dio forma, por ejemplo, a San Petersburgo tal y como lo conocemos hoy día y, a través de la colonización, pasó también a África, Asia y América Latina.
La Revolución Industrial siguió el mismo patrón, con estilos diversos adaptados a las necesidades, gustos y climas locales. Londres, por ejemplo, fabricaba mobiliario que se enviaba a las Américas; en Filipinas se hacía artesanía que se exportaba a México y España; los fabricantes italianos de muebles se trasladaban a Francia, y los plateros franceses, a Suecia. Todavía en la década de 1930, la sede central del Banco de Hong Kong y Shanghái fue prefabricada en Reino Unido y enviada en barco para su montaje en la colonia. Hace unas semanas, estuve en el solar donde va a construirse nuestro campus para Apple en Silicon Valley, revisando maquetas y prototipos: mi propio equipo estaba formado por alemanes, italianos, estadounidenses y británicos, analizando productos de California, Europa y China. Una empresa global, en definitiva.
La globalización no es, así, algo nuevo; de una manera u otra, siempre ha estado con nosotros. La diferencia es que hoy, gracias a los avances en las comunicaciones y la tecnología, estamos mejor conectados que nunca. El reto actual consiste, por tanto, en aprovechar el poder de esta comunidad internacional cada día más próspera para mejorar la vida de los más necesitados. Esto requiere una globalización concebida en otro sentido: la combinación de la voluntad política, el uso de los recursos, el diseño y la técnica con el fin de abordar estas cuestiones en todo el mundo a la vez.
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Sale el último Indice de Globalización de Ernst & Young

Los países más globales
Salé el último Indice de Globalización, de 2012, titulado Looking beyond the obvious: globalization and new opportunities for growth (Más allá de lo obvio: la globalización y las nuevas oportunidades para el crecimiento) elaborado por Ernst & Young, que evalúa las medidas y condiciones de 60 países que impulsan la globalización. Han analizado 20 indicadores relacionados con la integración transfronteriza de los negocios y estos indicadores se dividen en las siguientes categorías claves:
  • Su apertura hacia el comercio internacional.
  • Sus movimientos de capital.
  • Su intercambio de tecnología e ideas.
  • Sus movimientos laborales.
  • La integración cultural.

La tecnología impulsa la globalización

Las conclusiones generales del Informe, que también vemos en el segundo gráfico, son las siguientes:
  • El crecimiento de la globalización está impulsada por la tecnología y por el flujo transfronterizo de ideas.
  • Sigue siendo preocupante el proteccionismo, tanto en los países más desarrollados cómo en los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y teme que este proteccionismo aumente en 2013.
  • Los mercados BRIC están creciendo más rápido, son más globalizados y siguen atrayendo cada vez más atención.
  • El interés de inversión en algunos mercados desarrollados se está reactivando.
España sigue en su mismo puesto, el número 20, y Chile es el primer país latinoamericano en la lista, aunque sólo en el puesto número 28. Varios hemos hablado mucho en estas páginas que las políticas económicas que queremos ver deben aumentar y reforzar las características de globalización del país, ya que estas características ayudan a mejorar la productividad, en la inversión, interior y exterior, y en el crecimiento económico.
Políticos siguen diciendo que quieren ayudar y, si fuera así, se enfocarían más en adecuar el país más y mejor a un mundo cada vez más global, temas muy importantes.
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Es necesario hacer la globalización socialmente sostenible


Las organizaciones de las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), han lanzado conjuntamente un Estudio(PDF) que analiza cómo hacer a la globalización sostenible. Muchos han visto, correctamente, que la globalización ha sido un motor potente para la promoción del crecimiento y el desarrollo. No obstante, en estos momentos de dificultades económicas, han aumentado las preocupaciones del impacto negativo de la globalización sobre el empleo y sobre los sueldos.
Este Estudio analiza la globalización y sus impactos y debate formas en el cual este se puede hacer socialmente sostenible. Analiza los impactos económicos y sociales de los procesos de liberalización del comercio, durante tiempos normales y durante tiempos de crisis, y la incertidumbre que estos impactos crean sobre las personas y sobre las comunidades. Este análisis tiene en cuenta, no sólo los impactos de la liberción del comercio pero, también, los impactos de la liberalización de la inversión internacional privada (FDI en sus siglas en inglés).
El Estudio resalta tres desafíos para nuestros líderes, que son los siguientes:
  1. La estructura del sector laboral y los niveles de empleo que emanan de más apertura puede ser más o menos favorables para el mercado laboral y para el crecimiento económico.
  2. La apertura, al tiempo que ayuda a amortiguar los choques nacionales, puede incrementar la vulnerabilidad del mercado laboral doméstico a los choques externos, como hemos visto durante la actual crisis.
  3. Las ganancias provenientes de la globalización no son distribuídos de forma igualitaria y algunos trabajadores y empresas pueden perder en el corto y medio plazo.
La conclusión general del Estudio es que, mientras el comercio y la apertura internacional son beneficiosos para el país, es decir, agranda la tarta y pueden ser fuentes de crecimiento y de reducción de pobreza. No obstante, las políticas de comercio, empleo y temas sociales deben tratarse de forma coordinada, así, los que pierden pueden ser cuidados y compensados cuando se llega al Optimo de Pareto.
Este es el papel correcto de los gobiernos, donde invierten en bienes públicos y sociales y donde establecen sistemas de apoyo, de educación, de formación y de desarrollo de conocimientos profesionales para los que menos pueden hacer frente a los cambios. Así participan en esta tarta agrandada. En España, estas importantes necesidades se hacen manifiestas en la tabla donde se ve sus liderazgos del nivel de desempleo general y, espectacularmente, el nivel de desempleo de los más jóvenes.
Un Estudio interesante que da mucha información y que también entra en mucho detalle en el análisis e importancia de la productividad.


                           La otra globalización

Proyecto integral de la ciudad de Masdar, obra de Norman Foster en Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos) con voluntad ecológica: el diseño y la técnica adaptados a las condiciones de los distintos lugares del mundo. / FOTSTER & PARTNERS


Afirmar que la arquitectura solo existe por la necesidad de construir es un truismo. Mi filosofía personal es que somos constructores, incluso aunque nos acerquemos al tema desde el punto de vista del diseño. A pesar de las crisis locales, formamos parte de un mercado global en expansión. Se espera que la construcción mundial crezca en torno a un 67%, desde los actuales 7,2 billones de dólares hasta los 12 en 2020, en un plazo de tiempo tras el cual las economías de los países emergentes supondrán el 55% de la cuota total de mercado, frente al 46% de hoy. Hace dos años, China superó a Estados Unidos como el mayor mercado de construcción, y se prevé que esta tendencia a crecer continúe al menos durante una década.
Los desafíos de la economía global son formidables. Muchos temen que la globalización dé lugar a una sociedad homogénea en la que todo acabará pareciendo lo mismo. En el contexto de la arquitectura, resulta vital que todos los edificios o espacios públicos que creemos respondan al sentido del lugar, a las tradiciones de la cultura local y al clima. Sin embargo, la conectividad de la que disfrutamos hoy día puede aprovecharse para combatir algunos de los desequilibrios que lastran nuestro mundo; la globalización podría ser entonces una fuerza benéfica.
A pesar del ascenso de las economías de los países emergentes, casi 900 millones de personas de todo el mundo siguen careciendo de agua potable. La disparidad en el acceso a los recursos es extremo: ducharse durante cinco minutos –pongamos por caso en España– supone gastar más agua que la que utiliza a lo largo de todo un día el habitante de una barriada pobre de un país en desarrollo. Casi el 40% de la población mundial no tiene acceso a redes de saneamiento adecuadas. Hay más personas en el mundo con teléfonos móviles que con posibilidad de usar un inodoro limpio. Mil millones de personas no tienen una vivienda digna, y cien millones de ellas carecen de cobijo de cualquier tipo. En una coyuntura de disminución de recursos naturales y de incertidumbre respecto al futuro energético, el 25% de la población mundial carece de electricidad.
Las ciudades europeas están siendo superadas por una serie de megalópolis surgidas a lo largo y ancho de todo el mundo, cuya población supera los 15 millones de habitantes. Las implicaciones de tal desarrollo en relación con las cuestiones de consumo de energía y el uso de los recursos son evidentes, pero complejas. La esperanza de vida, la mortalidad infantil, la educación, la emancipación y, de hecho, también la libertad política de una sociedad –todos ellos factores que influyen en su índice de desarrollo humano– están relacionadas con su acceso a la electricidad y a otros recursos. De manera significativa, todas aquellas sociedades que son ricas en términos de consumo energético tienden también a estar constituidas por familias más pequeñas, lo que significa, en otras palabras, que han puesto freno al crecimiento de su población, uno de los problemas fundamentales a los que tiene que enfrentarse el mundo actual. De ello se deduce que existe un fuerte incentivo moral para que la distribución y la disponibilidad de energía sean globalmente equitativas.
Podría argumentarse que atender estas necesidades es una cuestión que tiene más que ver con los derechos humanos que con la arquitectura. Pero creo que los arquitectos, en cuanto comunidad global, deberían preocuparse por este tema, e incluso ir más allá, abordando los aspectos sociales y espirituales del hecho de construir. Una dimensión espiritual que estaría próxima al modo en que se construían las catedrales de la Edad Media, que dependían de los viajes que los albañiles cualificados y artesanos emprendían de un país a otro, rebasando fronteras en una forma temprana de globalización.
La noción de arquitecto global no es nueva; tal fue, por ejemplo, la condición de Andrea Palladio, el gran arquitecto del Renacimiento. A través de un pequeño número de edificios construidos y de sus relevantes escritos, dio lugar, en palabras de un experto, a “una arquitectura conceptualmente prefabricada”. La influencia de Palladio es evidente, por ejemplo, en la obra de Íñigo Jones o Thomas Jefferson, y en cualquier ayuntamiento o edificio público neoclásico, desde el Museo del Prado en Madrid hasta la Main Street de Disneylandia. Tampoco es novedoso el concepto de huella o estilo global. Exportado desde Francia e Italia, el estilo barroco dio forma, por ejemplo, a San Petersburgo tal y como lo conocemos hoy día y, a través de la colonización, pasó también a África, Asia y América Latina.
La Revolución Industrial siguió el mismo patrón, con estilos diversos adaptados a las necesidades, gustos y climas locales. Londres, por ejemplo, fabricaba mobiliario que se enviaba a las Américas; en Filipinas se hacía artesanía que se exportaba a México y España; los fabricantes italianos de muebles se trasladaban a Francia, y los plateros franceses, a Suecia. Todavía en la década de 1930, la sede central del Banco de Hong Kong y Shanghái fue prefabricada en Reino Unido y enviada en barco para su montaje en la colonia. Hace unas semanas, estuve en el solar donde va a construirse nuestro campus para Apple en Silicon Valley, revisando maquetas y prototipos: mi propio equipo estaba formado por alemanes, italianos, estadounidenses y británicos, analizando productos de California, Europa y China. Una empresa global, en definitiva.
La globalización no es, así, algo nuevo; de una manera u otra, siempre ha estado con nosotros. La diferencia es que hoy, gracias a los avances en las comunicaciones y la tecnología, estamos mejor conectados que nunca. El reto actual consiste, por tanto, en aprovechar el poder de esta comunidad internacional cada día más próspera para mejorar la vida de los más necesitados. Esto requiere una globalización concebida en otro sentido: la combinación de la voluntad política, el uso de los recursos, el diseño y la técnica con el fin de abordar estas cuestiones en todo el mundo a la vez.
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Sale el último Indice de Globalización de Ernst & Young

Salé el último Indice de Globalización, de 2012, titulado Looking beyond the obvious: globalization and new opportunities for growth (Más allá de lo obvio: la globalización y las nuevas oportunidades para el crecimiento) elaborado por Ernst & Young, que evalúa las medidas y condiciones de 60 países que impulsan la globalización. Han analizado 20 indicadores relacionados con la integración transfronteriza de los negocios y estos indicadores se dividen en las siguientes categorías claves:
  • Su apertura hacia el comercio internacional.
  • Sus movimientos de capital.
  • Su intercambio de tecnología e ideas.
  • Sus movimientos laborales.
  • La integración cultural.



Las conclusiones generales del Informe, que también vemos en el segundo gráfico, son las siguientes:
  • El crecimiento de la globalización está impulsada por la tecnología y por el flujo transfronterizo de ideas.
  • Sigue siendo preocupante el proteccionismo, tanto en los países más desarrollados cómo en los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y teme que este proteccionismo aumente en 2013.
  • Los mercados BRIC están creciendo más rápido, son más globalizados y siguen atrayendo cada vez más atención.
  • El interés de inversión en algunos mercados desarrollados se está reactivando.
España sigue en su mismo puesto, el número 20, y Chile es el primer país latinoamericano en la lista, aunque sólo en el puesto número 28. Varios hemos hablado mucho en estas páginas que las políticas económicas que queremos ver deben aumentar y reforzar las características de globalización del país, ya que estas características ayudan a mejorar la productividad, en la inversión, interior y exterior, y en el crecimiento económico.
Políticos siguen diciendo que quieren ayudar y, si fuera así, se enfocarían más en adecuar el país más y mejor a un mundo cada vez más global, temas muy importantes.
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Es necesario hacer la globalización socialmente sostenible


Las organizaciones de las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), han lanzado conjuntamente un Estudio(PDF) que analiza cómo hacer a la globalización sostenible. Muchos han visto, correctamente, que la globalización ha sido un motor potente para la promoción del crecimiento y el desarrollo. No obstante, en estos momentos de dificultades económicas, han aumentado las preocupaciones del impacto negativo de la globalización sobre el empleo y sobre los sueldos.
Este Estudio analiza la globalización y sus impactos y debate formas en el cual este se puede hacer socialmente sostenible. Analiza los impactos económicos y sociales de los procesos de liberalización del comercio, durante tiempos normales y durante tiempos de crisis, y la incertidumbre que estos impactos crean sobre las personas y sobre las comunidades. Este análisis tiene en cuenta, no sólo los impactos de la liberción del comercio pero, también, los impactos de la liberalización de la inversión internacional privada (FDI en sus siglas en inglés).
El Estudio resalta tres desafíos para nuestros líderes, que son los siguientes:
  1. La estructura del sector laboral y los niveles de empleo que emanan de más apertura puede ser más o menos favorables para el mercado laboral y para el crecimiento económico.
  2. La apertura, al tiempo que ayuda a amortiguar los choques nacionales, puede incrementar la vulnerabilidad del mercado laboral doméstico a los choques externos, como hemos visto durante la actual crisis.
  3. Las ganancias provenientes de la globalización no son distribuídos de forma igualitaria y algunos trabajadores y empresas pueden perder en el corto y medio plazo.
La conclusión general del Estudio es que, mientras el comercio y la apertura internacional son beneficiosos para el país, es decir, agranda la tarta y pueden ser fuentes de crecimiento y de reducción de pobreza. No obstante, las políticas de comercio, empleo y temas sociales deben tratarse de forma coordinada, así, los que pierden pueden ser cuidados y compensados cuando se llega al Optimo de Pareto.
Este es el papel correcto de los gobiernos, donde invierten en bienes públicos y sociales y donde establecen sistemas de apoyo, de educación, de formación y de desarrollo de conocimientos profesionales para los que menos pueden hacer frente a los cambios. Así participan en esta tarta agrandada. En España, estas importantes necesidades se hacen manifiestas en la tabla donde se ve sus liderazgos del nivel de desempleo general y, espectacularmente, el nivel de desempleo de los más jóvenes.
Un Estudio interesante que da mucha información y que también entra en mucho detalle en el análisis e importancia de la productividad.

Globalización en México




Aprovechamiento de la globalización en México



La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando su mercado, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global.
El término globalización encapsula una realidad generalmente presentada como incontenible e ingobernable en la que personas de un país o países, de manera individual y/o por medio de algún tipo de intermediario o intermediarios, interactúan, cada vez en mayores proporciones, con personas de otros países.
México ha sido partícipe, y muchas veces pionero, en los procesos de globalización en el mundo. Fue el país más importante del proceso globalizador del imperio español que empezó en 1492, y el más importante en declarar su independencia del mismo imperio en 1810. Con su revolución de 1910, fue también antecesor de la revolución rusa de 1917.
Durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, México participó plenamente en el movimiento globalizador representado por la fundación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en 1945.
Cuando el ritmo mundial de la globalización se aceleró con las políticas de Thatcher y Reagan en los 80, México empezó a aplicar políticas de liberalización, desregulación, internacionalización y privatización en los negocios.
Los pasos más importantes en la incursión de México en la globalización fueron: El ingreso al GATT (ahora la Organización Mundial del Comercio-OMC) en 1986. La apertura hacia el capital extranjero representado por el establecimiento del Fondo NAFIN en 1989 y su oferta pública posterior en la Bolsa de Nueva York (New York Stock Exchange-NYSE) en 1991. La privatización de los bancos entre 1991 y 1992. El proceso de globalización se fortaleció con la implantación del Tratado de Libre Comercio (TLC) en 1994, y el ingreso a la OCDE en el mismo año.
Así como estos datos, también podemos mencionar algunos no positivos para el país, como la manera de ver la crisis económica que sufrió México en 1994, que fue consecuencia de la globalización. A pesar de esta crisis, por el tamaño y nivel de desarrollo de sus mercados nacionales de capital y dinero, por la amplia disponibilidad de instrumentos de inversión y financiamiento ligados a México en los mercados internacionales, por la penetración de instituciones financieras extranjeras en su sistema financiero, y las exportaciones de una gran cantidad de productos incluyendo metales preciosos, México se puede considerar como uno de los mercados emergentes más globalizados. México seguirá colocándose entre los mercados emergentes más importantes por su tamaño y sofisticación de su sistema financiero.
Podemos concluir que debemos tomar en consideración muchos factores si deseamos internacionalizarnos y eventualmente globalizarnos. El poder adquisitivo de las empresas juega un papel esencial en la toma decisiones., el conocer de antemano la demografía, el sistema político y gubernamental del país anfitrión dependerá del éxito o fracaso de su empresa. Los estudios o análisis de viabilidad son de suma importancia así como las alianzas estratégicas con diferentes países aprovechando la globalización, son una buena opción para derrumbar muchas barreras de entrada, además de que el conocimiento del mismo le otorgara una ventaja competitiva.




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MÉXICO EN LA GLOBALIZACIÓN
EL BINOMIO: "COMERCIO Y DEMOCRACIA"
Dr: Rolando Cordera
Recuperar lo social como estrategía rectora frente a la globalización.

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